Arrastrarse para llegar

Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@hotmail.com

No es fácil llegar a la cima honradamente. El mundo está lleno de tentaciones insanas que debemos esquivar con honor. Alimentemos cada día nuestra vocación hacia el bien, a sabiendas de que en el camino los maliciosos tendrán menos limitaciones que nosotros para alcanzar la meta. Hace tiempo leí una historia, que he adaptado a mi estilo. La resumo: denigra nuestra condición humana el triunfar sin dignidad. 

“Todos los jueves el águila y el gusano jugaban ajedrez. El ave desarrollaba sus piezas con destreza, se apoderaba del centro del tablero, protegía su rey, era un galán con la dama, sus torres dominaban las columnas, sus alfiles estaban orondos en las diagonales, colocaba con precisión los caballos y sus peones se comportaban como nobles.

De su lado, el invertebrado observaba las figuras con desdén. Su intención era distraer a su oponente para hacer varias jugadas al mismo tiempo. Y aunque hacía trampas, siempre perdía: la inteligencia y el honor se imponían a la mediocridad y a la marrullería. Pero, por desgracia, esto no es ley de vida.

Un día el gusano, cansado de sus derrotas, le dijo al águila: “carne con plumas, pico de cotorra, vista de Borges en el ocaso, te reto a una carrera y veremos cuál de los dos ocupa primero la cúspide de aquel cerro”.

El águila en principio pensó que era una burla o el desahogo de un pigmeo moral, como le sucede a ciertos seres vivos; pero el gusano insistía: “tienes miedo, tu cobardía no es propia de alguien que se cree la soberana de las alturas, la única que en belleza se compara al arco iris”. Las hirientes y cínicas palabras incomodaron al pájaro y aceptó el desafío, consciente de que no tenía rival. 

Los animales se dieron cita en el lugar de salida. Todos estaban a favor del águila, porque era lógico suponer que ganaría y porque el gusano había engañado a media selva con todo tipo de artimañas. Inclusive -nadie sabe cómo- engatusó a un cocodrilo. Al compás del rugido del león inició la competencia.

El ave surcaba los cielos con elegancia y gallardía. Sus alas planeaban con una perfección de ángeles. Las estrellas contemplaban sus movimientos con admiración mientras se acercaba sin contratiempos al tope del cerro. “Venceré sin problemas”, concluyó.

Pero cuando descendió sobre la cúpula de la montaña, su asombro no pudo ser mayor: allí estaba el gusano, con una risita maquiavélica, el cuerpo sucio, el alma carcomida y el corazón marchito.

-¿Cómo llegaste primero que yo? Le preguntó el águila con voz firme.

-Ja, Ja, muy sencillo -contestó el gusano- arrastrándome... arrastrándome... así es que muchos conquistamos el poder y la fama”.

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