Las tres metas que EU no ha logrado en Venezuela

Miguel Ángel Ferrer / México

Apenas es lógico que Barack Obama quiera derrocar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Como lógico era que Richard Nixon haya promovido el derrocamiento del presidente de Chile, Salvador Allende en 1970-1973. Y también es lógico que los medios de comunicación de los países imperialistas pongan su tonelada de arena para lograr esos propósitos de derrocamiento.

Pero los derrocamientos de gobiernos de amplia base popular y democrática no son fáciles de conseguir sin el concurso activo de las fuerzas armadas o, al menos, de una parte de ellas. El caso de Allende es un buen ejemplo.

Y eso en Venezuela no se ve fácil ni posible. No sólo porque las fuerzas armadas venezolanas son ideológica y políticamente chavistas, sino porque Chávez, antes, y Maduro, ahora, han logrado integrar una dirección político-militar del proceso revolucionario. De modo que el ejército de Venezuela no es un simple testigo ajeno al acontecer político. Es parte sustantiva del proceso y, más aún, de la dirección misma del proceso. Y mientras esto siga siendo así, ni EU ni la oligarquía criolla tienen posibilidades reales de dar un golpe de Estado de corte militar.

Pero hay otras razones para ver, como estamos viendo, que los aprestos de golpe de Estado orquestados, promovidos y financiados por Barack Obama están siendo nulificados y vencidos por Maduro y el chavismo. La principal de éstas consiste en que EU y la ultraderecha nativa no han conseguido arrebatarle la calle a Maduro. La pelea no es de un solo lado.

Si Washington y la oligarquía rentista y parasitaria sacan a su gente a las calles, Maduro saca a la suya. Si la ultraderecha se manifiesta para derrocar a Maduro, los chavistas se manifiestan para defender el orden constitucional y al gobierno democráticamente elegido por 16 veces consecutivas a lo largo de los últimos 15 años.

Si Obama manda a sus provocadores a crear disturbios y violencia, Maduro saca a sus partidarios a manifestarse pacíficamente y a repudiar los actos de provocación y violencia de los cipayos de Washington.

Y por lo que toca a la guerra mediática, si Estados Unidos y sus medios afines falsean la información y utilizan imágenes de violencia que no corresponden a la situación venezolana, sino que corresponden a conflictos callejeros de otros países y de otras épocas, Nicolás Maduro desnuda esos trucajes y manipulaciones a través de los medios de comunicación del Estado venezolano.

Es claro que esos falseamientos y trucos informativos pueden engañar al televidente mexicano, español o gringo, pero no pueden engañar al público venezolano, que día a día y noche tras noche mira las evidencias de los falseamientos y manipulaciones de la televisión al servicio de la oligarquía y de Estados Unidos.

En México, por ejemplo, la gente sospecha que en lo de Venezuela la televisión le está dando gato por liebre. Por eso preguntan en público y en privado qué está pasando realmente en Venezuela. Y aunque sospechan que los están manipulando, no tienen a su alcance los medios para comprobarlo. Y éste, obviamente, no es el caso venezolano.

De modo que, en resumidas cuentas, Estados Unidos y sus lacayos internos no han logrado atraer hacia el golpismo a las fuerzas armadas; no han logrado arrebatarle a Maduro las calles; y no han logrado mediante la perversa manipulación mediática destruir el apoyo popular del chavismo.

Y si bien Obama y los medios de comunicación de los países colonialistas son enemigos poderosos, la pelea, finalmente, está en Venezuela. Ahí, en territorio venezolano, habrán de decidirse las cosas. Y, hasta el momento, la pelea interna la van ganando claramente Maduro, el chavismo y el pueblo-pueblo venezolano.

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