La ira y agresividad verbal del Cardenal López Rodríguez

Domingo Caba Ramos
Especial/Noticias A Tiempo.Net
E-mail: josemlct11@hotmail.com

El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez Rodríguez es el jefe o máximo representante de la iglesia católica dominicana. Un rango de esa naturaleza, y la condición de sacerdote de quien lo ostenta, hace que todos conciban la falsa idea de que se trata de una persona mansa, tranquila y moderada. De un ser que con sus gestos y palabras proyecta siempre paz, humildad, santidad y espiritualidad.

Con el señor López Rodríguez sucede todo lo contrario: se trata de un ser altamente soberbio, agresivo, arrogante e iracundo, rasgos estos que se apartan por completo de aquellos que se supone debe poseer un auténtico “representante de Cristo” en la Tierra. Basta con no estar de acuerdo con la forma de pensar de los demás o que alguien disienta de sus puntos de vista para que explote como un torpedo. De inmediato empleará el látigo de su verbo volcánico para descalificarlos con los más martillantes y despreciables calificativos. Quien no piense como él, en tal virtud, será calificado de “sinvergüenza”, “chusma”, “estúpido”, “perverso”, “lacra”, “cretino”, “pelafustán”, “vil”, “bestia” e “inescrupuloso”.

Por eso cuando observo su rostro y escucho sus palabras no me parece estar frente a un pastor de la Iglesia, sino frente a frente a un impulsivo militante de un partido político. Muy diferente es la idea que tengo acerca de los demás miembros que forman parte del episcopado dominicano.

La agresividad o desenfreno verbal constituye pues, el rasgo característico del presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano. Veamos:

1. Al inicio de los últimos diez años de gobierno de Joaquín Balaguer (período en el cual dicho gobernante le construyó la impresionante masión cardenalicia), el cardenal llamó "chusmas", "vagos" y "sinvergüenzas" a los organizadores de un paro en demanda de mejores condiciones de vida.

2. Al presidir la homilía (septiembre 2013) celebrada en la Catedral Primada de América, el cardenal calificó de "perversos" a los comunicadores que critican los errores cometidos por la Iglesia Católica. Esos comunicadores, al decir de don Nicolás, «son personas “viles” que tienen clavada una espina en su corazón…»”, «… dos o tres “pelafustanes”, porque usan un micrófono se creen que son dueños del mundo. Son “bestias”,” “estúpidos”, “cretinos” que se “creen que son gente” porque tienen un micrófono en la mano».

3.Al doctor José Francisco Peña Gómez, en una oportunidad, lo enfrentó endilgándole veintiocho calificativos contundentes o nada apreciables.

4. Recientemente ,arremetió contra el sacerdote Mario Serrano, a quien calificó como un “sinvergüenza” que hace lo que le da la gana , y exigió a la orden religiosa Compañía de Jesús que le ordene callar y “no hablar tonterías”. “Aquí está el superior jesuita. Dígale: cállese y punto. ¿Quién es usted para andar hablando tonterías" – ordenó el señor López Rodríguez? “Tonterías” llamó el jerarca católico a la defensa que hace el sacerdote de los hijos de indocumentados haitianos que viven en el país.

5. Recientemente también llamó “bobo” al pastor de la iglesia evangélica Ezequiel Molina Rosario. Estas fueron sus palabras al respecto: “De igual modo – afirmó - recomiendo al pastor Ezequiel Molina dejarse de “boberías”, y hablar directamente con el presidente Danilo Medina, sobre la eliminación del Concordato”. Tal pronunciamiento fue en reacción al mensaje predicado por Molina en la concentración del 1 de enero en el estadio olímpico.

6. Muy, pero muy incómodo reaccionó el cardenal ante la decisión de la jueza Eunice Minaya Pérez de rechazar el recurso de amparo contra Profamilia. Con inocultable ironía, pero hirviendo por dentro, López Rodríguez felicitó a "la ilustrísima jueza por la sapientísima sentencia" e hizo extensiva la felicitación a los comunicadores que "se benefician de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que reparten dinero". "Que siga la fiesta, entonces", exclamó.

7. Cuando el debate llevado a cabo acerca de la realización o no del aborto terapéutico, el verbo martillante del señor cardenal no se hizo esperar. Llamó “carniceros” a quienes estaban de acuerdo o defendían esta práctica médica.

Así es la conducta lingüística de nuestro archipoderoso cardenal, un ser que constituye un grave peligro contradecirlo o no coincidir con sus ideas y pensamientos, pues de lo contrario se corre el riesgo de engrosar la lista de los “sinvergüenzas”, “chusmas”, “estúpidos”, “perversos”, “lacras”, “cretinos”, “pelafustanes”, “viles”, “bestias” e “inescrupulosos”.

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