Papa Francisco pide perdón por los crímenes de la Iglesia durante la conquista de América
Francisco y Evo Morales, con el sombrero de Saó |
Fuente, Cuba Debate
LA PAZ, Bolivia.- Un discurso histórico. No hay otro modo de definir la larga e intensa intervención del Papa Francisco ante la asamblea del II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, en la que Bergoglio reconoció que “se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios“, y pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América“.
La histórica petición de perdón fue el colofón a unos tres cuartos de hora cubiertos de titulares, esperanza y llamamiento a la dignidad de los pueblos oprimidos por un sistema injusto que busca “un nuevo colonialismo ideológico”, que sumar al ya de por sí sistema capitalista excluyente.
Francisco denunció “que “el sistema sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús”, y reclamó decir “no” a “una economía de exclusión e inequidad“.
“Queremos un cambio, un cambio real, porque este sistema ya no se aguanta”, clamó el “hermano papa Francisco”, como lo denominó Evo Morales. Bergoglio destacó que “los más humildes, los explotados, pueden hacer mucho. Me atrevo a decir que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos”.
“Ustedes son sembradores del cambio. Que Dios les dé coraje, alegría, perseverancia para seguir. Tengo la certeza de que veremos los frutos”, añadió el Pontífice.
“Dios permite que hoy nos veamos otra vez. La Biblia nos recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo, y quisiera yo también volver a unir mi voz a la de ustedes. Las famosas tres “t”: Tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados, vale la pena luchar por ellos”, insistió el Papa, quien incidió en que “el clamor de los excluidos se escucha en América Latina y en toda la Tierra.”
“Queremos un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los campesinos, los trabajadores, las comunidades, los pueblos, y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre Tierra“, apuntó el Santo Padre. Un cambio que lleva consigo “la globalización de la esperanza, que nace de los pueblos y crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y de la indiferencia”.
“¿Qué puede hacer yo frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo cuando soy discriminado? ¡Pueden hacer mucho! Pueden hacer mucho”, agregó Francisco. “Ustedes, los más humildes, los explotados, pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el mundo está en buena medida en sus manos”.
El Papa llamó a los participantes en el encuentro “sembradores del cambio”, un cambio que nace no tanto de las estructuras como del corazón. “La opción es generar procesos, y no generar espacios de poder”, que luchen contra la injusticia, contra “las heridas de la humanidad doliente, nuestras heridas”.
Por último Francisco indicó algunas tareas para “este momento histórico”, dejando claro que “ni el Papa, ni la Iglesia, tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social ni la propuesta de soluciones a problemas contemporáneos. Me atrevería a decir que no existe una receta. La historia la generan los pueblos en el marco de la búsqueda de su propio camino“.
Aún así, marcó tres tareas a realizar. La primera, “poner la economía al servicio de los pueblos”, diciendo no a una eocnomía de exclusión que “mata y destruye a la madre Tierra”. “Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad”, señaló.
“Se trata de devolver a los pueblos lo que les pertenece“, recordó el Papa, quien pidió a los movimientos populares que asumieran su rol esencial como creadores de nuevas dinámicas. “Ustedes son poetas sociales“.
La segunda tarea es “unir nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia. Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino, quieren transitar en paz su marcha, no quieren tutelajes ni injerencias, quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados”. En este punto, el Papa reafirmó los derechos de los pueblos “particularmente el derecho a la independencia”, poniendo como ejemplo la dolorosa experiencia de los pueblos latinoamericanos.
Fue aquí donde se detuvo a pedir perdón por los errores de la Iglesia, y también a reivindicar el papel del Cristianismo en el pasado, el presente y el futuro del planeta.
“La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en latinoamericana. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del idolo dinero. Hoy vemos con espanto como en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en cuotas que vivimos, hay una especie de genocidio en marcha que debe cesar”, proclamó.
Y una furibunda crítica al colonialismo, al nuevo y al viejo, “que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano”. Una situación de “inequidad, y la inequidad genera violencia que no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener”.
Finalmente, el Papa llamó a “defender la madre Tierra, la casa común de todos, que está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la madre Tierra”.
“El futuro de la humanidad -concluyó- no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez”.
(Tomado de Periodista Digital)
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