Entre dignos y cobardes
Pedro Dominguez Brito
Especial/Movimiento Revolucionario Latinoamericano
E-mail: josemlct11@hotmail.com
Toda persona alberga en su corazón dignidad y cobardía. Lo importante es que en la balanza de nuestras vidas la primera resplandezca y pese un millón de veces más que la segunda.
Quien es digno valora y defiende su dignidad en cualquier terreno. El digno se engrandece frente a las adversidades. Quien es cobarde esconde su cabeza cual avestruz, no mira de frente y se le quema la sien ante cualquier problemita.
El digno se respeta a sí mismo. El cobarde niega hasta su sangre. El digno lucha. El cobarde huye, y si es en manada mejor, pues se encuentra más seguro entre iguales. El digno es auténtico. El cobarde es ficticio.
El digno se sacrifica por lo que cree, y es capaz de renunciar a todo cuando comete un error que afecta a un tercero. El cobarde se queda quieto, inmóvil, temeroso hasta de la brisa, no salva a nadie, y no le importa que su conducta provoque un holocausto.
El digno no permite que pisoteen su honor, pues su honor es su vida. El cobarde es suela de zapato usado.
El digno es libre, vive en armonía con su conciencia y emprende vuelo sin pedir permiso. El cobarde tiene en las alas toneladas de hierro que lo encadenan al lodo, dejándolo momificado, con su espíritu mortalmente agrietado por el sol.
El digno sueña, piensa en grande, siempre para bien. El cobarde le teme hasta a su almohada, como si incluso las ovejitas lo persiguieran y sólo tiene cierta bravura cuando está a salvo.
El digno actúa conforme a sus principios éticos. El cobarde, cuando osa mover un dedo, es porque se lo imponen, o porque le conviene sólo a él, porque el cobarde siempre es egoísta.
El digno es protagonista. El cobarde, cuando no encabeza la maldad, es un espectador más del juego, uno del montón.
El digno ama la paz, pero está preparado para la guerra. El cobarde, en cambio, se hace el muerto en la batalla, suponiendo erróneamente que se salvará, sin percatarse que desde hace tiempo dejó de existir, que fue el primero en fallecer.
Por la dignidad bien vale la pena morir. Eso sí, ningún cobarde me dará razón.
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