Los bachatuses hipócritas
Pedro Dominguez Brito
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@hotmail.com
Las bachatas, pícaras, contagiosas, coquetas, románticas y algunas algo vulgares, vencieron en mi gusto a los merengues de ahora: aburridos, sin letra, con un mambo que nadie entiende, desafinados y torpes.
Al principio, con evidente complejo, escuchaba bachatas a escondidas, como si fuese algo indebido y reprochable, siempre con el volumen bien bajito para que nadie lo notara.
Si un amigo tocaba el tema, haciendo alardes de ser un “bachatólogo”, yo callaba, aparentando que dizque ni idea tenía de esa nueva ciencia dominicana, pero en el fondo tarareando cada bachata mencionada, meneando mis pies con ritmo y todo.
Me destapaba, para reflejar una intelectualidad que no poseo, con que era fanático de Silvio Rodríguez (lo que es verdad, y mucho) y decía que cada vez que alguien escuchaba "con el kilín kililín" o “la cama tiene hormiga” perdía un cinco por ciento de sus neuronas.
¡Qué absurdo mi razonamiento! Con una total discreción, vivía alegre entonando "El triste" de Zacarías Ferreiras, vivía sano cantando "El dolor" de Luis Vargas, vivía aferrado a mis latidos coreando "Arráncame la vida" de Raulín, vivía recordando aquel fallido amor de quinceañero cuando aparecía “Quién eres tú” de Frank Reyes, vivía comprendiendo los sentimientos rotos del amargado si la radio se hacía eco de “Llora alma mía” de Yoskar Sarante, y vivía aconsejando a mis amigos flechados por cupido teniendo en el fondo la melodía “Serpiente venenosa” de Elvis Martínez (El Camarón). Y poco apoco voy asimilando a los intérpretes modernos con nombres en "americano".
Aquí descubrí que las bachatas son esencialmente sentimentales. Pero, ya lo admito sin tapujos: disfruto las bachatas; es más, las prefiero a la "música de muertos" de Chopin, Vivaldi, Beethoven o Tchaikovsky (que también me encantan), o a las canciones de estos baladistas cuyas voces no se sabe de qué sexo son. ¡Soy un ser libre! ¡Soy todo un bachatú!
Eso sí, no soy un bachatú perfecto, porque todavía no sé bailar bien ese ritmo, pero lo estoy intentando con más interés que positivos resultados. Con esta confesión, expreso lo que muchos experimentan en silencio, sean ricos o pobres, analfabetas o educados, trabajadores o empleadores.
A los dominicanos de verdad, a los que andamos por estas calles de Dios, nos agradan las bachatas, y los que lo nieguen, y los que aleguen que no sienten un alguito al escuchar una buena bachata, tienen amplias posibilidades de ser unos hipócritas.
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