Allende y sus últimas palabras

Desde mi Trinchera

Félix Jacinto Bretón
Especial/Noticias A Tiempo
E-mail: josemlct11@hotmail.com

“Eso no está muerto/no me lo mataron/ni con la distancia/ni con el vil soldado”…Quién de nuestros tiempos –y diría incluso que hasta un poco más acá- no recuerda esas letras que corresponden al tema “Santiago de Chile” que dio a conocer “el cubiche” Silvio Rodriguez y que se convirtió literalmente en todo un himno en el país en aquellos años. Silvio lo compuso como homenaje al pueblo chileno tras los sangrientos sucesos registrados el 11 de septiembre de 1973.

Ese día, militares fascistas encabezados por el tristemente célebre general Augusto Pinochet –que en paz no descanse nunca- dieron un zarpazo mortal a la democracia y a la voluntad popular al derrocar por la vía violenta a Salvador Allende quien era, hasta ese momento, el primer presidente socialista electo a través del voto en el mundo. 



El autor de esta Trinchera -para cuando ocurrieron estos hechos- era todavía “un campesinito” pues vivía en la comunidad rural donde nací, Licey-Moca, y apenas contaba con 20 y tantos años de edad. Hacía mis primeros pininos en la comunicación, en la que comencé a incursionar a finales de la década de los 60. Estuve atento a los acontecimientos que ocurrían en Chile y puedo decir que viví y sufrí “el gorilazo” como si hubiese estado allá. 

Como en esos tiempos ni pensar en computadora ¡y mucho menos en Internet!, permanecí literalmente “pegado” a un radito pequeño de pilas que tenia mi fallecido hermano Luis Bretón. Los dramáticos y profundamente dolorosos sucesos del 11 de septiembre de 1973 en Chile los seguí “paso a paso”, sobretodo a través de Radio Comercial y su ampliamente famoso “Noti-Tiempo” y, cuando no, por Radio Mil Informando, La Situación Mundial y Mundonoticias, entre otros informativos de la época.

El atrincheramiento de Allende y sus leales y bravos seguidores, el bombardeo al Palacio de la Moneda por parte de las hordas salvajes de Pinochet, las últimas palabras pronunciadas por el Presidente mártir y su posterior muerte, los asesinatos del cantautor Víctor Jara y del poeta Pablo Neruda, entre otros muchos, son recuerdos imborrables para mi.

En esta Trinchera -como homenaje a Allende y los que cayeron “de cara al sol” combatiendo junto a él aquel 11 de septiembre- quiero recordar la alocución histórica que pronunció el valiente mandatario momentos antes de morir, la cual pertenece al patrimonio cultural y político de la humanidad:

Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile...

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. 

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.


Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. 

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. 

Tras estas patrióticas, valientes y heroicas palabras, las hordas fascistas atacaron por tierra y por aire el Palacio de la Moneda. Minutos después el Presidente fue encontrado muerto en uno de los salones de la edificación...dicen que se suicidó, versión que nunca he creído. A 40 años de esos acontecimientos, de los que se cumplieron el miércoles pasado ¡Allende vive! ¡seguimos en combate!

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