El más brillante de todos los guerrilleros
Che habla de Camilo
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Había más o menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.
Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo —viendo que yo no tenía nada que comer, ya que, la frazada no era un buen alimento— compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad.
Tomando sorbos de leche y disimuladamente cuidando cada uno de que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas. En general versaba la conversación sobre comida, porque, las conversaciones de las gentes versan sobre los problemas más importantes que le aquejan, y para nosotros la comida era una obsesión en aquellos días...
Hasta ese momento, no éramos particularmente amigos; el carácter era muy diferente. Desde el primer momento salimos juntos. Desde el Granma, desde la derrota de Alegría de Pío estábamos juntos, sin embargo, éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar, extraordinariamente.
Chocábamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello. Aun cuando después, hiciera una serie de hazañas que han dejado su nombre en la leyenda, me cabe el orgullo de haberlo descubierto, como guerrillero...
Después, fue comandante; escribió en el llano de Oriente una historia muy rica en actos de heroísmo, de audacia, de inteligencia combatiente e hizo la invasión, en los últimos meses de la guerra revolucionaria.
Lo que a nosotros —los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo— siempre nos atrajo más, fue, lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo, su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de valor, de sabiduría, siempre siendo el compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra, era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros.
(Fragmentos del discurso pronunciado el 28 de octubre de 1964)
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