A sus 93 años y pedaleando


Laudelino Moronta Cañete 
Texto y foto: Enrique Atiénzar Rivero
Fuente, http://www.cubadebate.cu/

Laudelino Moronta Cañete es un hombre increíble. Usted se maravilla cuando le escucha decir tantas cosas y referir los trabajos que ha pasado a las puertas de los 93 años a cumplirlos el próximo 4 de junio.

Sin embargo, la bicicleta fue siempre su predilección pese a que a los 16 años fue que montó la primera, pero el bichito de este deporte le picó y no lo abandona, en medio de su larga y fructífera vida, signada hoy por uno que otro achaque.


Razono con él que hay quienes no creen que a esa edad transite por toda la ciudad y lo bien que lo hace. No esperó mucho para ripostar: “Que lo crean, a pie es como ando más mal”, mientras alertó: “En largas distancias tengo que viajar suave”.

Sobre qué medidas debe aplicar un ciclista para no tener accidentes comentó, en primerísimo lugar, cumplir con las regulaciones del tránsito, eso es lo principal y desde luego, tener mayor cuidado en las zonas de mucho tráfico, dijo.

De San Clemente No. 51 en la ciudad de Camagüey, donde nació, peregrinó con apenas 8 años con sus padres para una zona rural del sur de la provincia, hacia Concordia. Allí a esa edad trabajaba en un huerto que había en el patio de la casa y cargándole agua a vecinos para buscarse unas pesetas, además de construir cepillos de yuraguana para escobillones de madera, utilizados para limpiar los pisos de tabloncillos.

A los 16 años volvió para Camagüey, el padre montó una venduta en General Gómez esquina a Damas, finalmente fracasó ese negocio, emprendió otro de comprar papa y aguacate que traían de Güines “y que cuando se maduraban había que venderlos a medio o a como quiera”, explica, mientras su memoria se detiene en el tiempo de cuando el viejo se metió a zapatero y finalmente abandonaron Camagüey y se trasladaron en 1945 para Aguilar, en Vertientes, buscando mejorar.

Laudelino en esa ocasión no fue, se quedó aquí y prefirió irse para Pastelillo y Tarafa a servir de caballito, a carretillar mercancías de noche, la plaza era de otro, “yo trabajaba y él cogía la mitad del dinero, sin hacer nada. Por el día laboraba en una carpintería para ganarme algo. Durante la II Guerra Mundial se paralizó el puerto y prácticamente lo que la gente ganaba se lo gastaba en los prostíbulos y en cerveza”

Nuevitas no lo vio más. Por la pobreza que había le pidió al dueño de la carpintería que le diera un peso con cincuenta centavos de los siete que le debía para comprar un pasaje y hasta el sol de hoy.

De trabajo no hay quien le haga cuento: sembró caña en surcos de seis cordeles dobles en una tumba de monte, enterrarle dos trozos con un pico y dejarlo bien tapado que no se viera nada y hacer más de 20 surcos todos los días, y por la tarde: regar caña, pero antes picarla, despajarla y regarla con un saco. Tumbó monte, limpió potreros, con el agua a la rodilla laboró en una arrocera durante diez horas, dejaron de pagarle dos meses y si exigía un anticipio tenías que pedir la cuenta e irte, como hizo.

La memoria prodigiosa conserva muchísimas anécdotas, lástima el poco espacio para reseñarla con todos los matices que imprime Moronta al hablar del taller de bicicletas que montó y que después durante la ofensiva revolucionaria de marzo de 1968 le intervinieron, aunque él también participó en una operación similar.
Su obsesión, por así decirlo, por las bicicletas hizo que trabajara hasta su jubilación en un taller estatal, situado en la calle Avellaneda entre Correa y San Martín, aunque valga aclararlo, Moronta no desistió de arreglar ciclos, y en su hogar de la calle Bayardo Agramonte, en el reparto América Latina, todo el que tiene un problema de encentrar llantas o de cualquier otra reparación llega a él y gentilmente le realiza el trabajo.

Compitió en carreras de bicicletas en el circuito ubicado en el Casino Campestre, luego en sprint desde Santayana hasta las inmediaciones del Instituto de Segunda Enseñanza y en varias ocasiones alcanzó el primer lugar.

¿Cuáles son las habilidades para desplazarse rápido?

“Tener piernas fuertes y mantener la velocidad. La pista del Casino era muy difícil, en una de las curvas, muy violenta, en una competencia con ciclistas de La Habana en 1948 perdí el equilibrio, me arrimé demasiado y fui a parar al pavimento, pero ganó Camagüey”.

“El comisionado del deporte aquí era de apellido Cordero. No eran bien organizadas las competencias, a veces se corría en la pista del Club Ferroviario” , argumentó Moronta, quien dice que prefería reparar las bicicletas de pie, pero ahora se sienta, le molesta estar en esa posición.

La entrevista llega a su fin, junto a Caridad Sarduy, madre de varios de sus hijos, con más de 60 años de matrimonio. Aprovechó para dejar claro un concepto: “El trabajo fortalece”, en medio de la aseveración de que no fuma porque le resulta dañino para la salud, sin descartar que toma unas copitas de ron o una cerveza en fechas significativas y que hace algo por bailar.

En la conversación dejó sus enseñanzas, advirtió que una vez colgado a un tranvía el motorista dio un tironazo y él fue a parar a un poste en Independencia y San Rafael, y por el Casino repitió lo mismo, esta vez asido a una guagua Santiago-Habana. Al bajar el elevado se salió de la carretera y maniobró hasta que pudo tomar la vía nuevamente, después de largar el cajón de café que traía.

Hombre de 93 años que monta bicicleta

Hombre de 93 años que monta bicicleta


Hombre de 93 años que monta bicicleta
Foto Cuba Debate

2 comentarios:

  1. Todo esto me consta a mi su nieta mayor con el apellido Moronta.Solo que falto decir que es la persona mas maravillosa y abnegada con el mejor caracter del mundo.Te amo abuelo

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