CARAPACHOS, EQUILIBRIOS Y BRILLANTES
Por Miguel Cruz Suárez
El autor es cubano, colaborador de los periódicos Granma y Juventud Rebelde.
De una manera o de otra, todos en la vida tratamos de clasificar las cosas. Las apartamos en grupos según sus características, lo mismo sean objetos que personas. En mi caso particular he creado tres grandes grupos humanos, primero los CARAPACHOS que son aquellos con más envoltura que otra contenido, es decir, más rollo que película.
Dentro de estos se acomodan los que te saludan un día y otro no; los que son ¨amigos¨ hoy e indiferentes mañana; los que visten bonito, pero no se han leído en su vida ni la biografía de Matojo; los que están seguros de ser dioses griegos y actúan como si la belleza física nunca se les fuera a acabar; los adulones y los que rinden tributo a las máscaras; los que levantan una bandera ahora y cuando la cosa se pone mala, pues simplemente levantan otra.
Después vienen los EQUILIBRIOS que son gente, podría decirse, situadas en un punto medio, que no siempre actúan mal, pero estando en el límite también es posible que lleguen a brillar o que se conviertan en carapachos.
En este apartado se acumulan algunos amigos que se comienzan a alejar sin motivos aparentes y nunca llegamos a saber bien por qué; los que te quieren y tú lo sabes, pero podrían quererte mejor; los que te prestan la soga, pero no la yegua y los que dándoles un empujoncito pueden ser mejores personas.
Al final vienen los BRILLANTES, la gente buena que te ayuda sin sacar cuentas; los que no gustan de realzar proezas propias y en cambio son voceros de las proezas ajenas; los que no traicionan bajo ningún concepto; los que prefieren servir que ser servidos; los que tienen un verdadero arsenal de ¨TE DARɨ y escasamente un puñadito de ¨DAME¨; los que no se olvidan de tu cumpleaños y los que acuden en las malas sin ser llamados y en las buenas cuando se les invita.
Otros pueden haber inventado sus formas propias de discernimiento, pero la mía ha funcionado, el tal vez por eso que no me rodean muchos carapachos, conozco perfectamente a los del equilibrio y siento orgullo de los brillantes que forman parte de mi círculo de amigos y familiares.
LA BICICLETA
El autor es cubano, colaborador de los periódicos Granma y Juventud Rebelde.
De una manera o de otra, todos en la vida tratamos de clasificar las cosas. Las apartamos en grupos según sus características, lo mismo sean objetos que personas. En mi caso particular he creado tres grandes grupos humanos, primero los CARAPACHOS que son aquellos con más envoltura que otra contenido, es decir, más rollo que película.
Dentro de estos se acomodan los que te saludan un día y otro no; los que son ¨amigos¨ hoy e indiferentes mañana; los que visten bonito, pero no se han leído en su vida ni la biografía de Matojo; los que están seguros de ser dioses griegos y actúan como si la belleza física nunca se les fuera a acabar; los adulones y los que rinden tributo a las máscaras; los que levantan una bandera ahora y cuando la cosa se pone mala, pues simplemente levantan otra.
Después vienen los EQUILIBRIOS que son gente, podría decirse, situadas en un punto medio, que no siempre actúan mal, pero estando en el límite también es posible que lleguen a brillar o que se conviertan en carapachos.
En este apartado se acumulan algunos amigos que se comienzan a alejar sin motivos aparentes y nunca llegamos a saber bien por qué; los que te quieren y tú lo sabes, pero podrían quererte mejor; los que te prestan la soga, pero no la yegua y los que dándoles un empujoncito pueden ser mejores personas.
Al final vienen los BRILLANTES, la gente buena que te ayuda sin sacar cuentas; los que no gustan de realzar proezas propias y en cambio son voceros de las proezas ajenas; los que no traicionan bajo ningún concepto; los que prefieren servir que ser servidos; los que tienen un verdadero arsenal de ¨TE DARɨ y escasamente un puñadito de ¨DAME¨; los que no se olvidan de tu cumpleaños y los que acuden en las malas sin ser llamados y en las buenas cuando se les invita.
Otros pueden haber inventado sus formas propias de discernimiento, pero la mía ha funcionado, el tal vez por eso que no me rodean muchos carapachos, conozco perfectamente a los del equilibrio y siento orgullo de los brillantes que forman parte de mi círculo de amigos y familiares.
LA BICICLETA
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