La sagrada familia

 Por Miguel Cruz Suárez

Pocos epítetos me resultan más entrañables y queridos que este, porque nadie podría discutir que la familia es el ladrillo esencial de toda sociedad, el grupito, la tribu, el regazo donde sentirse más a gusto y la mejor escuela para enfrentar la vida. Las hay de todo tipo, grandes y pequeñas; unidas y desunidas; bulliciosas y silenciosas, e incluso, con esto de la globalización las tenemos nacionales e internacionales.

Yo en lo personal las he conocido de variadas formas, allá en mi infancia tuve amigos que provenían de hogares diversos, estaba Ricardito alias ¨El Enjambre ¨ a quien no era posible separar de una bandada de primos y otros parientes que conformaban un todo único y que se aparecían de manera íntegra, como nube de Langostas africanas, lo mismo en un cumpleaños que en un velorio, era la típica familia en red, tejidos y entrelazados de manera casi perfecta.

Después conocí a Javier al que apodamos ¨Cienparientes¨ porque no había manera de mencionar a alguien del barrio, sin que javierito afirmara con total naturalidad que el citado era de su familia. Siempre que llegaba al grupo se incrementaban las precauciones, porque el más ligero comentario despectivo sobre algún convecino o erótico en relación con las coetáneas, podía herir la sensibilidad del muchacho que integraba algo conocido por nosotros como ¨El Batallón de los Muchísimos¨.
Con el paso del tiempo la tendencia familiar en Cuba ha caminado rumbo a la reducción de sus membrecías, directamente asociado el decrecimiento poblacional que experimentamos. Antes la foto en los momentos importantes era de muchos, ahora casi siempre no pasa de cuatro (mamá, papá, nené y algún pegadito(a) de vez en cuando) y, sin embargo, aun cuando son núcleos pequeños, no siempre logran cultivar en ese entorno los mejores valores y las conductas más acertadas, le pasan la pelota a la escuela que por sí sola es incapaz de enderezar el tronco del árbol que ya le llega torcido.
Eso no se toca, ahora no se habla, así no se come, saluda con cortesía, lo ajeno se respeta y muchas más sentencias de esta naturaleza me acompañaron en la infancia dictadas desde la sabiduría familiar, las heredé como buena fortuna y las apliqué luego con excelentes resultados, esperando de mis descendientes hagan lo mismo en el futuro.
Es por todo esto que en el artículo 67 del proyecto constitucional que estamos debatiendo en toda Cuba, se dice bien claro que: El Estado atribuye a las familias, concebidas como células básicas de la sociedad, responsabilidades y funciones esenciales en la educa­ción y formación de las nuevas ge­neraciones y el cuidado y atención de los adultos mayores.
Y es que nunca podremos renunciar a ese baluarte, porque al decir martiano: ¨Son las familias como las raíces de los pueblos; y quien funda una, y da a la patria hijos útiles, tiene, al caer en el último sueño de la tierra, derecho a que se recuerde su nombre con respeto y cariño¨.

El autor es cubano, colaborador de los periódicos Granma y Juventud Rebelde.


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