La Violencia como respuesta

Dra. Yocelyn Guerrero
Especial/Noticias A Tiempo.Net
E-mail: josemlct11@hotmail.com

En los últimos días hemos notado un creciente auge de hechos violentos de todo tipo en la República Dominicana. Resulta alarmante el nivel al que están llegando estos eventos, ante nuestros ojos pasan diariamente escenas violentas, noticias de la misma índole, comentarios e imágenes. No pasa un día, sin enterarnos de un feminicidio, un homicidio, asalto sexual o económico, sin dejar de lado el abuso infantil (muy presente en nuestra vida cotidiana). 

Se hace pues necesario evaluar estas conductas en nuestra sociedad y al mismo tiempo proponer y ejecutar medidas efectivas en la prevención y corrección de las mismas. Se necesita la implementación de políticas públicas para enfrentar la ola de violencia que afecta al país.

La violencia suele definirse como una conducta dirigida a ocasionar daños en los individuos o grupos sociales, y/o como el ejercicio del poder o supremacía sobre otras personas a través de la fuerza física, psíquica, sexual o privativa. Y esta representa nada más y nada menos que el fracaso de la convivencia pacífica en nuestra sociedad.

La violencia vista desde un punto de vista biológico da respuesta a la supervivencia de un individuo u organismo ante su medio ambiente, en vista de que en ocasiones, su vida pueda depender de dicha respuesta. Está claro que para sobrevivir a diferentes circunstancias de la vida es necesario actuar así, como ejemplo de esto, matar para comer o en defensa de la propia vida, esas dos características los seres humanos las compartimos con los animales. La diferencia radica en que estamos presenciando con demasiada frecuencia hechos violentos por múltiples razones que nada tienen que ver con la preservación de la supervivencia.

Alarmantes cifras de actos violentos de toda índole nos arropan a diario. Hechos que nos avergüenzan como personas las cuales estamos en el deber ser entes promotores y actores de paz y buena convivencia, ya que poseemos el discernimiento necesario y la capacidad de frenar nuestros impulsos a diferencia de los animales. Las secuelas de esto son inmensurables en la vida de las víctimas y su entorno, huérfanos/as, personas traumadas, familias destruidas y enemistades serian algunas de ellas.

OPS y la OMS han considerado a la violencia como una de las amenazas más urgentes para la salud y la seguridad pública, ya que constituye una de las principales causas de muerte en la población de 15 a 44 años de edad (Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, OPS/OMS, 2003 y Estadísticas de Salud de las Américas, 2006). Como problema de salud, la violencia tiene repercusiones consecuentes muy negativas tanto de orden económico, como social y psicológico. Nos enfrentamos a violencia en el hogar, en las calles, en los medios y en cada entorno, lo que nos aleja cada vez más de nuestra aspiración a una convivencia pacífica.

En nuestra sociedad vemos como se reciben con beneplácito alguno actos violentos para justificar castigo, protesta y hasta a modo de “buena crianza”. Es preocupante la gran cantidad de ataques en turba que están explotando en los últimos días en nuestras comunidades, nuestra gente está entendiendo que esa es la manera en que debemos resolver las discrepancias y que es así como debemos sancionar a aquel o a aquella que comete ciertas faltas. Vivimos en un entorno en donde los patrones agresivos los heredamos generación tras generación. En muchas culturas latinoamericanas, nos encontramos con patrones de comportamiento y métodos educativos y familiares violentos, aunque frecuentemente no son percibidos como tales, porque en apariencia carecen de intencionalidad dañina, por lo que el término de violencia posee una connotación también cultural. Según la encuesta ENHOGAR, el 67.4% de los hogares de nuestro país recurren a la violencia como método disciplinario.

Eduardo Galeano que en (1977) afirmó que “paradójicamente la televisión suele transmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras imparte educación a las nuevas generaciones, derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mediante el auge de la delincuencia“. Indudablemente frente a una sociedad que ve a la violencia como la panacea para corregir patrones es difícil lograr cambios en esa perspectiva, a menos que como colectivo demos un giro y empecemos a cambiar estas prácticas indeseables.

Sin duda el medio social en que nos desenvolvemos tiene una importancia crucial en nuestra conducta agresiva, lo que puede explicar las manifestaciones violentas como acciones aprendidas, y muchas veces, bien aceptadas en nuestro entorno. Vigilemos el tipo de disciplina que estamos ofreciendo a nuestros hijos e hijas, ya que, el comportamiento agresivo de padres y madres influye directamente sobre la respuesta de estos y estas. Son esos mismos comportamientos que pueden contribuir a una convivencia pacífica o, en su defecto, a lo que estamos viendo, tanto en estos tiempos, a la violencia como parte de nuestro diario vivir.

Si buscamos una explicación biológica a la violencia, en menor cuantía estaría el factor genético. La agresividad tiene su espacio en el sistema límbico, que es una parte del cerebro llamada también “cerebro visceral”, en cual es un anillo sobre el espectro interno del encéfalo cuya porción inferior es conocida como la amígdala. Está situada en lóbulo temporal y ha sido relacionada fuertemente con la agresividad, ya que ésta área al ser estimulada dar lugar a explosiones de agresividad en los individuos. En necropsias de reos sumamente violentos han sido encontradas toda clase de alteraciones e incluso tumores en esta zona.

Aun así, los rasgos de la agresividad en nuestra conducta no son solo culpa de la biología ni del medio, este tema debe ser visto de modo global ya que abarca todos los rasgos de la conducta humana entre la interacción de causas múltiples que conducen a ésta. Repetimos patrones que aprendemos en nuestro entorno. Siendo así, nos corresponde tomar conciencia de hacia qué rumbo nos dirigimos con estas acciones. Como seres humanos tenemos la capacidad de presentar cualquier tipo de conducta agresiva, pero al mismo tiempo tenemos la misma capacidad de tener bondad, piedad, sensibilidad y nobleza. Diferente a los animales inferiores poseemos el discernimiento y la capacidad de controlar nuestros instintos. Apostamos a una reconciliación con nuestra esfera humana para que podamos convivir en armonía en este espacio que ha sido creado para nuestra buena convivencia.

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