El verdadero rostro del sistema de salud cubano

Sobran las estadísticas, las pruebas, las evidencias, acerca del saldo realmente admirable del sistema de salud cubano, en nuestro país y en todo el mundo.
El vuelo del gato

Un personaje muy conocido de las redes (eufórico, teatral, falsamente conmovido) ha utilizado un hecho muy amargo y triste que el Ministerio de Salud Pública está investigando con todo rigor y seriedad: la muerte de una niña, a causa, al parecer, de la aplicación de una vacuna de las incluidas para garantizar la inmunización contra trece enfermedades, algo que se viene haciendo y ampliando gradualmente en Cuba desde 1962.


Este individuo se ha valido, incluso, del infinito dolor de los padres. Ha politizado, sin pudor alguno, con sadismo, la tragedia tan honda que ha quebrado a la familia.

Resulta particularmente repugnante tal manipulación de la desdicha y de las emociones que suscita. Desde el cinismo más impúdico, este patético clown ha dicho que la herida tan honda sufrida por la familia y compartida por toda Cuba representa “el verdadero rostro del sistema de salud cubano”. Es difícil describir todo el odio, la infamia, la carencia de ética y honradez que se sintetiza en esa afirmación.

Sobran las estadísticas, las pruebas, las evidencias, acerca del saldo realmente admirable del sistema de salud cubano, en nuestro país y en todo el mundo.

¿Por qué el ensañamiento contra un pequeño país digno, bloqueado, calumniado, que ha hecho lo imposible en las peores circunstancias por garantizar la salud de su pueblo?

Hace unos días, el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, se refería en la ONU a los 28 millones de ciudadanos estadounidenses sin seguro médico ni acceso a los servicios de salud. ¿La compasión tan altisonante y enternecedora del referido personaje prestará atención a las víctimas de una situación tan alarmante? No, por supuesto.

El payaso en cuestión puede ser exótico, original, estrafalario, y atraer la atención en Cuba y fuera de Cuba. Pero le falta algo vital para ser efectivamente creíble (al menos en nuestro país): la auténtica sensibilidad, el sentido ético y el apego estricto, innegociable, a la verdad.

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